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Enésima estocada a Sastre

El abulense perdió otros dos minutos después de sufrir un inoportuno pinchazo poco antes de que el pelotón se partiera en dos

 

Ainara Hernando / www.ciclismoafondo.es

 

"La verdad es que no sé cómo empezar a hablar de lo que ha sido esta etapa del Giro de Italia". Penaba Sastre en la línea de meta. El noveno calvario, como el número de etapas, películas de éxito taquillero y rotundo que lleva transcurridas este 'via crucis' que es el Giro de Italia para el abulense. Mazazos en la espalda por caídas, repetidas y contínuas, pájaras, cortes de viento, averías... Suplicio inaguantable. Todo lo aglutina él, débil enfermo al que todos los virus le atosigan. Pero no es Sastre hombre de guardar reposo en cama, de esos que muerden el termómetro con fuerza, como para darle más calor y escabullirse de las obligaciones diarias. "Sigo en carrera y por eso estoy contento", dice aún cuando otro martirio le ha sepultado, todavía más con un pinchazo inoportuno y a destiempo. Cuando todos aceleraban, sprinters, lanzadores y favoritos, a Sastre se le agujereaba la rueda. Enésimo pinchazo y jarrón de segundos, como el agua incesante que le cayó hasta la meta.

 

Pinchazo de Sastre

 

Se perdía Sastre en la lluvia camino de la comercial Cava dei Tirreni, el pueblo que aglutina todas sus tiendas de ropa en el Casco Antiguo. Entre callejuelas perdido y a escondidas, al igual que Matthew Goss, resultante vencedor de la loca 'volata' en la que se adelantó a Julian Dean y desdobló a Filippo Pozzato mientras Evans y Vinokourov, en la otra esquina, el del otro Giro, se disputaban la llegada matándose por las bonificaciones. Segundos de más que añadir a la diferencia del kazajo, que no rascó premio alguno, con Cadel Evans, el que cada día que pasa se luce más favorito para este Giro. Segundos estos que le caen a Sastre cada día. Abultados en minutos, casi dos los de hoy, el día que llamaba a la transición, a la mudanza tranquila de la enajenación holandesa, el salvajismo épico del barro de Montalcino y la armonía angustiosa del Terminillo para poner rumbo al sur, al sol y el cielo azul, a las nubes blancas y las carreteras llanas. Nada de eso.

 

Lluvia y cuestas, sinónimo de ahogo para el apacible abulense de hematoma sangrante a las espaldas que asustó incluso a los servicios médicos del Giro. "Hoy me he encontrado un poco mejor de los golpes y sobre todo con ganas". Se mide por sensaciones Sastre, no hay más remedio. Los números los tiene deshechados y camino de Cava dei Tirreni volvió a comprender por qué. Sonaba la corneta entre las piscinas surgidas por la tromba descomunal que levantó huellas de agua cuando el pelotón, plácido, decidió dejar de jugar con Giampaolo Cheula, Michael Barri, Mikhail Ignatiev y Stamsneijder, los cuatro valientes destinados a la orca de la neutralización. Veinte kilómetros para el final, acababa el calvario de un día frío y húmedo cuando el pelotón aceleró, esperado, y Sastre, de imprevisto, vio su rueda trasera bajar de volumen. Agujereada, como su Giro de Italia. Entre cambio y vuelta a empezar, con la presteza del toque de queda delantero, Sastre se hundió en el agua de Cava dei Tirreni.

 

El líder del Cervélo se dejaba en la línea de meta 1’49”, entrando en el puesto 95º de una etapa ganada por el australiano Mattehew Harley Gross (Columbia), mientras que Pablo Lastras llegaba en el lugar 138º, a 6’12”. La clasificación general sigue comandada por el Astana, Alexander Vinokourov, con Sastre ocupando la posición 22º, a 9’59”, y Lastras la 151º, a 1h.09’33”.

 

Mañana se disputa la décima etapa del Giro de Italia, entre Avellino y Bitonto, de 220 kilómetros.

 

Escucha las declaraciones de Carlos Sastre

 

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